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Hasta la vuelta, Marcelino (por Santiago Posada)

A continuación reproducimos las palabras de nuestro Hermano Mayor, Santiago Posada Díaz-Crespo, pronunciadas en la Santa Misa celebrada en la tarde de hoy en la Capilla de Jesús Nazareno, en memoria de nuestro Director Espiritual, el Padre Marcelino.

Querido Nazareno:

Una vez pasado los tristes acontecimientos que comenzaron el viernes 31 de mayo, cuando ante la inesperada ausencia del P. Marcelino a la Santa Misa de Hermandad saltaron las alarmas, hasta el domingo en el que el Sr. Obispo celebró el funeral por su eterno descanso, llega la hora de compartir la amargura, el desconsuelo y la sensación de orfandad, que han embargado el corazón de la Junta de Gobierno y de casi todos los hermanos de la Cofradía durante dicho plazo. Se nos ha ido nuestro Director Espiritual, nuestro maestro en la fe, nuestro hermano y amigo. Aún nos cuesta asimilar la noticia, como si se tratase de una pesadilla de la que vamos a despertar para recuperar el sosiego y calma perdidos.

No es el momento de hablar de las cualidades y virtudes del P. Marcelino, además todos las conocimos y las disfrutamos. Fue un don, un regalo de Dios a Cádiz, cuando allá por el año 1.958, recién ordenado se incardinó en nuestra Diócesis, para quedarse y entregar su vida al servicio de los gaditanos. Como muy bien lo definió nuestro hermano D. Antonio del Hoyo, el P. Marcelino fue un gaditano nacido en Palencia.


Ejemplo de sacerdote, que con celo apostólico asumió su vocación y se dedicó a la misión de cuidar y conducir las almas que la providencia en cada momento le encargaba. Pastor de almas. Como párroco de Santa Cruz, su entrega le llevó a conocer todas y cada una de las casas de la parroquia, sus habitantes y lo más importante sus necesidades materiales y espirituales, que cubría en la medida de sus posibilidades, años difíciles aquellos. Maestro de seminaristas que aprendían del estilo de vida que llevaba, el modelo a seguir del sacerdote humilde y entregado. Director Espiritual de varias cofradías, a las que dedicó mucho tiempo en los mejores años de su vida. Amó a Dios y a los hombres.


Tuve la fortuna de conocerlo a través de una amiga común, antes de coincidir con él en nuestra Cofradía, su trato afable, educado, correcto y serio a la vez que cercano, hicieron que pronto surgiera una corriente de simpatía y afinidad que desembocó en una profunda y duradera amistad. Le doy gracias a Dios por el privilegio de haber hecho que nos conociéramos, que compartiéramos tantos ratos, buenos y menos buenos, en todos aprendí del hombre y del sacerdote.


Dispuso Dios de su vida y de la hora de llegada a la casa del Padre, porque Marcelino se la ofreció con total renuncia a ella, y fue llamado en la festividad del Corpus Christi. La fiesta en la que la Iglesia rinde culto al misterio de amor por excelencia y fundamento de nuestra fe. Para un sacerdote, cuya más alta misión es hacer presente a Jesucristo en medio de los hombres debe ser una distinción, un honor rendir cuentas en tal festividad de su labor pastoral. El P. Marcelino se destacó por su amor a la Eucaristía que se manifestaba en el recogimiento y profunda devoción con que celebraba la Santa Misa, y la afiliación a la Adoración Nocturna. 
Fue para todos los que le conocieron, pero para mi especialmente, maestro en la fe, consejero prudente, que en los momentos difíciles y de duda, tenía siempre la palabra adecuada y oportuna y encontraba la solución sencilla pero eficaz que requería el asunto que le consultaba.
Ejerció la caridad cristiana socorriendo a los más débiles y necesitados, ejerciendo como patrono en varias fundaciones de la ciudad, que en razón de su demostrada honradez le confiaban la administración de sus bienes. Fue un sacerdote implicado en la sociedad que le tocó vivir, muchos cadistas recuerdan su paso por el equipo como capellán del Cádiz C.F.. Participó activamente en todos los acontecimientos de nuestra ciudad, era un intelectual fino y certero, cuyos amplios conocimientos, fruto de su amor al estudio y la investigación en los archivos, ha quedado plasmada en los distintos libros que publicó.


La vida nos va dejando un tesoro de recuerdos, gestos, palabras, momentos, de las personas que nos acompañan a lo largo de la misma, y que todos guardamos con cariño en lo más oculto de nuestro corazón para traerlas a la memoria y recordarlas en los momentos difíciles, junto a esos recuerdos, he puesto la sonrisa del P. Marcelino, esa que en el día de su fallecimiento pusimos en nuestra página web, la sonrisa de un santo. Si, el P. Marcelino es ya un santo, porque la santidad no sólo es la ausencia del pecado sino la renuncia de si mismo para entregarse a los demás por amor a Jesucristo. En eso era un especialista.


Se fue como vivió, discretamente, sin molestar. Así que me despediré de él como me despedí muchas veces durante los últimos años, cuando se marchaba a su pueblo en verano mientras vivió su madre o en las escasas ocasiones en que se permitía unas pequeñas vacaciones. Hasta la vuelta Marcelino, y así quiero despedirlo desde estas líneas, porque de los amigos no se despide uno para siempre.


Además el P. Marcelino en esta partida no se ha marchado lo tenemos a nuestro lado de otra manera.




EL HERMANO MAYOR, 
Santiago Posada Díaz-Crespo

Casa Hermandad

Inmemorial, Venerable, Pontificia y Real Cofradía de Penitencia de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santa Cruz de Jerusalén, María Santísima de los Dolores y Santa María Magdalena

Capilla de Jesús Nazareno
C/ Santa María s/n
11.005  Cádiz (CÁDIZ)

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